Vida inspirada e inspiradora ...

Más allá de las palabras, en el silencio, nos encontramos con Aquél que nos hizo por amor.
En Él nos reencontramos a nosotros mismos y a todos los que amamos.

miércoles, 4 de junio de 2014

Qué es la ley del Espíritu y cómo actúa


En espera ardiente de Pentecostés....


"...La ley nueva, o del Espíritu, no es, por ello, en sentido estricto, aquella promulgada por Jesús en el Sermón de la Montaña, sino la que inscribió en los corazones en Pentecostés. Los preceptos evangélicos son ciertamente más elevados y perfectos que los mosaicos; sin embargo, por sí solos, también serían ineficaces. Si hubiera bastado con proclamar la nueva voluntad de Dios a través del Evangelio, no se explicaría qué necesidad había de que Jesús muriera y de que viniera el Espíritu Santo. Pero los apóstoles mismos demuestran que no bastaba; ellos, que además habían escuchado todo -por ejemplo, que es necesario presentar, a quien te golpea, la otra mejilla-, en el momento de la pasión no encuentran la fuerza para cumplir ninguno de los mandatos de Jesús.

Si Jesús se hubiera limitado a promulgar el mandamiento nuevo, diciendo: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros" (Jn 13, 34), habría seguido siendo, como era antes, ley antigua, "letra". Es cuando Él, en Pentecostés, infunde, mediante el Espíritu, ese amor en los corazones de los discípulos, cuando se transforma, a título pleno, en ley nueva, ley del Espíritu que da la vida. Es por el Espíritu que tal mandamiento es "nuevo", no por la letra. Por la letra era antiguo porque ya se encuentra en el Antiguo Testamento (Cf. Lv 19, 18).

Sin la gracia interior del Espíritu, también el Evangelio, por lo tanto, igualmente el mandamiento nuevo, habría permanecido ley antigua, letra. Retomando un pensamiento valiente de san Agustín, santo Tomás de Aquino escribe: "Por letra se entiende toda ley escrita que queda fuera del hombre, incluso los preceptos morales contenidos en el Evangelio; por lo que también la letra del Evangelio mataría, si no se añadiera, dentro, la gracia de la fe que sana" [4]. Más explícito aún es lo que escribió un poco antes: "La ley nueva es principalmente la gracia misma del Espíritu Santo que se da a los creyentes" [5].

Pero ¿cómo actúa, en concreto, esta ley nueva que es el Espíritu Santo y en qué sentido se puede llamar "ley"? ¡Actúa a través del amor! La ley nueva no es sino lo que Jesús llama el "mandamiento nuevo". El Espíritu Santo ha escrito la ley nueva en nuestros corazones, infundiendo en ellos el amor: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm 5, 5). Este amor es el amor con el que Dios nos ama y con el que, contemporáneamente, hace que le amemos a Él y al próximo: amor quo Deus nos diligit et quo ipse nos dilectores sui facit [6]. Es una capacidad nueva de amar.

Quien se acerca al Evangelio con la mentalidad humana, encuentra absurdo que se haga del amor un "mandamiento"; ¿qué amor es -se objeta- si no es libre, sino mandado? La respuesta es que existen dos modos según los cuales se puede inducir al hombre a hacer o no determinada cosa: por constricción o por atracción; la ley positiva le induce de la primera forma, por constricción, con la amenaza del castigo; el amor le induce en el segundo modo, por atracción.

Cada uno, de hecho, es atraído por lo que ama, sin que sufra constricción alguna desde el exterior. Muestra nueces a un niño y verás que salta para tomarlas. ¿Quién le empuja? Nadie; es atraído por el objeto de su deseo. Muestra el Bien a un alma sedienta de verdad y se lanzará hacia él. ¿Quién la empuja? Nadie; es atraída por su deseo. El amor es como un "peso" del alma que atrae hacia el objeto del propio placer, en el que sabe que encuentra el propio descanso [7].

Es en este sentido que el Espíritu Santo -concretamente, el amor- es una "ley", un "mandamiento": crea en el cristiano un dinamismo que le lleva a hacer todo lo que Dios quiere, espontáneamente, sin siquiera tener que pensarlo, porque ha hecho propia la voluntad de Dios y ama todo lo que Dios ama.

Podríamos decir que vivir bajo la gracia, gobernados por la ley nueva del Espíritu, es vivir como "enamorados", o sea, transportados por el amor. La misma diferencia que crea, en el ritmo de la vida humana y en la relación entre dos criaturas, el enamoramiento, la crea, en la relación entre el hombre y Dios, la venida del Espíritu Santo".

P. Raniero Cantalamessa

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