Vida inspirada e inspiradora ...

Más allá de las palabras, en el silencio, nos encontramos con Aquél que nos hizo por amor.
En Él nos reencontramos a nosotros mismos y a todos los que amamos.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Para los que buscan un amor más grande.


           ¡Vamos corazones tristes!¡elevémonos al Buen Dios que nos ama!



“Entra en ti mismo, vuelve sin cesar y siempre a tu unidad interior y goza de 
Dios. Permanece firme y no te des por satisfecho hasta que no hayas 
conquistado, en el tiempo, el actual presente de la eternidad, tanto como sea 
posible a la debilidad humana.” (Vida c. 49, 289) 

“Con mi mirada interior reparaba en mí mismo entero, tal como soy: mi 
cuerpo, mi alma y todas mis potencias, y situaba en torno a mí a todas las 
criaturas creadas por Dios en el cielo y en los cuatro elementos, cada una en 
particular, con su nombre: los pájaros del cielo, los animales del bosque, los peces 
del agua, las plantas y la hierba de la tierra, los incontables granos de la arena 
del mar y las partículas de polvo que brillan en los rayos del sol, y todas las 
gotitas de agua del rocío, de la nieve o de la lluvia que jamás han caído ni 
llegarán a caer; y deseaba que cada una de estas cosas tuviera un juego de 
cuerdas suaves y penetrantes que yo pudiera tocar [como las de la cítara], 
fluyendo de la esencia más íntima de mi corazón, y que así se elevara una nueva 
y noble alabanza al amable y tierno Dios, por toda la eternidad. Y a 
continuación, misteriosamente, los brazos de mi alma se abrían y se extendían, 
llenos de amor hacia todas las criaturas con la intención de hacerlas cantar 
alegremente [...]: ¡Sursum corda! 

[...] En mis pensamientos acogía a mi corazón y al corazón de todos los 
hombres y consideraba qué gozo, qué alegría, qué amor y paz comparten aquellos 
que entregan su corazón entero a Dios y, por el contrario, las perturbaciones y 
sufrimientos, penas e inquietudes que padecen los que se atan al amor efímero. Y, 
con gran deseo de mi corazón, gritaba a esos corazones, allí donde estuvieran, en 
cualquier parte del mundo: ¡Ánimo, corazones prisioneros, salid de los estrechos 
lazos del amor efímero! ¡Ánimo, corazones dormidos, salid de la muerte del 
pecado! ¡Ánimo, corazones vanos, salid de la tibieza de vuestra vida perezosa y 
blanda! Volveos hacia el Dios de amor, con una conversión libre y total: ¡Sursum 
corda!” (Vida c. 9,)
                                                                Escritos de Enrique Suso

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