Hoy, que vuelvo a admirar los sentimientos del Corazón de Dios, Padre de Jesucristo y Padre nuestro, subo la segunda carta de san Antonio.
Espero que no te desanime el largo texto y la disfrutes.
Hermanos muy queridos y
venerados: Antonio os saluda en el Señor.
Sabemos que Dios no ha visitado a sus criaturas sólo una
vez. Desde los orígenes del mundo, todos aquellos que han hallado en la Ley de
la Alianza el camino hacia su Creador, han estado acompañados por su bondad, su
gracia y su Espíritu. En cuanto a los seres espirituales a quienes esta Ley
causó la muerte, tanto la del alma como la de los sentidos de su corazón, se
hicieron incapaces de ejercitar su inteligencia según el estado de la creación
original y, totalmente privados de razón, han sido exclavizados por la criatura
en vez de servir al Creador.
(...)
En su amor incansable, el Creador de todas las cosas
deseaba, no obstante, visitarnos en nuestras enfermedades y nuestra disipación:
suscitó a Moisés, el Legislador, que nos dio la Ley escrita y echó los
fundamentos de la Casa de verdad, la Iglesia Católica. Ella ha llevado a cabo
la unión de todos, según el designio divino de conducirnos a nuestra condición
primera.
Moisés emprendió su construcción, pero no la acabó; la dejó
y se fue. Vino la asamblea de los Profetas suscitados por el Espíritu de Dios.
También ellos continuaron la construcción sobre los cimientos de Moisés, sin
poder acabarla. Así la dejaron y se fueron. Cada uno, revestido del Espíritu,
constató que la llaga era incurable y que ninguna criatura podía curarla,
excepto el Hijo Unico, fiel imagen del Padre, de Aquel que creó a esta imagen
los seres dotados de inteligencia. El, el Salvador, es un médico prudente.
Ellos lo sabían.
Se reunieron, pues, y presentaron a Dios una oración unánime
por los miembros de esta familia de la cual formamos parte: "¿No hay
bálsamo en Galaad? ¿No hay médico? ¿por qué no sube uno de ellos para curar a
la hija de mi pueblo?" (Jer. 8,22).
Entonces Dios, desbordante de amor, vino a nosotros diciendo
por boca de sus santos: "Hijo de hombre, prepárate lo necesario para una
cautividad" (Ez. 12,3). Y El, la imagen de Dios (II Cor. 4,4), no pensó en
arrebatar el rango que lo igualaba a Dios; al contrario, se anonadó y, tomando
la condición de esclavo, se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz.
Así Dios le dio el Nombre sobre todo nombre, de suerte que al nombre de
Jesucristo toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los infiernos
y, en adelante, toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de
Dios Padre (Fil. 2,6-11). Ahora, muy queridos hermanos, se ha realizado entre
nosotros esta palabra: "Para salvarnos, el amor del Padre no perdonó a su
Hijo Unico, sino que lo entregó por nuestra salvación, a causa de nuestros
pecados (Rom. 8,32)". "El ha sido herido por nuestras rebeldías,
molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con
sus cardenales hemos sido curados" (Is. 53,5). Su Verbo omnipotente nos ha
reunido de todos los países, de un extremo a otro de la tierra y del universo,
resucitando nuestras almas, perdonando nuestros pecados, enseñándonos que somos
miembros unos de otros.
Os suplico, Hermanos, por el Nombre de nuestro Señor
Jesucristo: penetraos bien de esta maravillosa Economía de la Salvación: Se ha
hecho semejante a nosotros en todo, excepto en el pecado (Hb. 4,15). Todo ser
dotado de inteligencia espiritual - por quien ha venido el Señor - debe tomar
conciencia de su naturaleza propia, es decir, le es preciso conocerse a sí
mismo y llevar a cabo el discernimiento del mal y del bien, si quiere encontrar
la liberación cuando venga el Señor. Llevan ya el nombre de servidores de Dios,
que han logrado su liberación por esta Economía de Salvación. Pero ahí no está
el término supremo. Este no es sino la justicia de la hora presente, el camino
hacia la adopción filial. (...)
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