Vida inspirada e inspiradora ...

Más allá de las palabras, en el silencio, nos encontramos con Aquél que nos hizo por amor.
En Él nos reencontramos a nosotros mismos y a todos los que amamos.
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miércoles, 21 de enero de 2015

La verdadera Paz, que no vendrá por acuerdos internacionales...


...(ni tampoco podrán quitárnosla por ellos)




Qué es la “verdadera” paz? Tranquilidad en el orden. ¿Y qué más? Saber que la voluntad de Dios no se doblega, El es rey soberano, y así siempre podemos decir que, finalmente, como repite una bella poesía navideña, “todo está bien”.

Hay una diferencia sustancial entre tener “sangre de pato” (ya sea por no entender nada de lo que sucede, o por tener un corazón de piedra), y la gracia de buscar la conformidad con la voluntad de Dios, porque éste es, en definitiva, el núcleo precioso y raíz tanto de la paz como de la santidad.

Muchos se precipitan y angustian por la enormidad de noticias que recibimos del mundo y especialmente de la Iglesia, creciendo los escándalos y apostasía, asombrándonos de la capacidad y vitalidad de los hijos de las tinieblas, y la primera tentación que asoma es la desesperanza cuando se mira todo apresuradamente (¡porque no podemos dejar de correr!).

En otras ocasiones, no se concibe que hasta los propios fieles -quien más nos quiere, en nuestra propia familia natural o religiosa- puedan ser instrumentos de prueba para sus hermanos, causando su confusión o incluso persecución.

Y sin embargo, por más que se ame con todo el corazón a nuestra Iglesia, por más que se quiera dar todo por ella (“siento la vocación de apóstol, guerrero, mártir”, decía Sta. Teresita, que resumió todo en la caridad del Carmelo), si descuidamos elcombate supremo –en el fondo de nuestra alma, con nuestra propia y débil voluntad y amor propio- todo se derrumba como castillo de naipes, haciéndonos desfallecer. Allí es donde se nubla la vista y se entorpece la marcha: cuando llega la estocada de donde menos se espera, y por eso “bajamos la guardia", y nos perturbamos.

Así lo expresa magníficamente Sta. Catalina de Siena (Diálogo, Oraciones y Soliloquios, BAC, 1980) -penúltima hija de una prole de 25 hijos, dicho sea de paso-:

“…¡La doctrina de la Verdad! Das tanta fortaleza al alma revestida de ti, que nada viene a menos ni por la adversidad ni por el sufrimiento, sino que en todo combate obtiene la victoria. Es fuerte mientras te sigue a ti, que has venido de la suma Fortaleza.

Para nada le valdría tu fortaleza al alma si ella no te sigue. Miserable de mí, que nunca te he seguido a ti, verdadera Doctrina. Por eso me encuentro tan débil, que desfallezco ante la menor tribulación…”

Por eso nos son tan consoladoras las palabras que a ella misma le (nos) dirige Dios Padre, advirtiéndole que los mundanos dan gloria y alabanza a Dios, lo quieran o no:


“Lo quiera el mundo o no, ellos me dan gloria. Ciertamente que no me la dan grande como deberían, amándome sobre todas las cosas, pero por mi parte, yo recibo de su gloria y alabanza lo que en ellos brilla de mi misericordia y de la abundancia de mi caridad, pues les concedo tiempo y no mando a la tierra que los trague, sino que espero y ordeno que la tierra les dé sus frutos, el sol, que les caliente, la luz y el calor, y que el cielo se siga moviendo. En todas las cosas creadas, hechas para vosotros, ejercito mi misericordia y caridad, no privándoles de ellas por sus pecados, sino que tanto doy al pecador como al justo. Muchas veces doy más al pecador, porque los justos se hallan más dispuestos a sufrir, y les quito los bienes de la tierra para darles con más abundancia los del cielo.

De este modo brillan en ellos mi misericordia y mi caridad; unas veces en las persecuciones que los servidores del mundo les procuran, dándoles ocasión para ejercitar en ellos las virtudes de la paciencia y la caridad.Cuando un servidor mío sufre, ofrece oraciones humildes y continuas, y con ello me da gloria y alaba mi nombre. Por eso, lo quiera o no el malvado, aunque su móvil sea más bien injuriarme, me da gloria, por el modo de reaccionar de mis servidores…”

Esto es lo que no podemos perder de vista hasta en las más pesadas y duras tribulaciones:

“Los malos se hallan en esta vida para aumentar la virtud de mis servidores, al modo que los demonioas están en el infierno como verdugos e instrumentos míos, ejercitando la justicia con los condenados y como estímulo para todas las criaturas que andan y peregrinan por esta vida, que están hechas para unirse a mí, su fin. Ellos hacen crecer a mis servidores ejercitándolos en la virtud con muchos trabajos y tentaciones de diversos modos: haciendo que se injurien unos a otros, se roben mutuamente y también se los priva de la caridad. Creyendo perjudicarles con ello, los hacen fuertes y hacen que en ellos se manifiesten las virtudes de la paciencia, fortaleza y perseverancia.

De ese modo dan gloria y alabada a mi nombre y se cumple mi verdad en los que creé para gloria y alabanza de mí, Padre eterno. Al rebelarse los demonios contra mí por la soberbia, cayeron y fueron privados de mi visión. No me dan gloria en dilección de amor; pero yo, Verdad eterna, los he destinado a ser instrumento para ejercitar a mis servidores en la virtud y como verdugos de los que por sus pecados van a la eterna condenación. Ves, pues, que mi Verdad se realiza en ellos, es decir que me dan gloria no como ciudadanos de la vida eterna, pues se hallan privados de ella por sus pecados, sino como ejecutores de la justicia..”.

¿Significa esto que hay que bajar los brazos resignados, y renunciar a combatir el error o el pecado, o a la corrección fraterna? Todo lo contrario, porque en unión con la voluntad de Dios, no hay sino el querer que todos lo conozcan, y El es la Verdad.

Por eso implora Sta. Catalina a Dios en una oración que hacemos nuestra:

“Te suplico, pues, que infundas en el espíritu de tus servidores deseos anhelantes y encendidos de la reforma de tu esposa. Hazles clamar con oración continuada. Escucha su clamor. Conserva y aumenta la buena voluntad de tu vicario; que en él se lleve a cabo la perfección que Tú exiges. Te pido lo mismo por todos los seres racionales y de modo especial por los que has cargado sobre mis espaldas. No quiero que mis pecados les estorben, pues siempre he seguido las perversas inclinaciones. Deseo y te ruego que te sigan con perfección para que las oraciones que hacen, y deben hacer por todo el mundo y por la santa Iglesia, merezcan ser oídas.

Oh, excelentísimo Remediador! Danos, pues, de estos “cristos” que continuamente viven en vigilias, lágrimas y oraciones por la salvación del mundo (…) Ah, Padre eterno! Concédenos que no seamos ignorantes, ciegos, fríos ni de vista tan entenebrecida, que no nos veamos a nosotros mismo sin darnos a conocer tu voluntad.(…)

Por tanto, no sigas durmiendo, alma mía miserable, pues ya has dormido toda tu vida, ¡Oh Amor inestimable” La pena corporal de tus servidores valdrá en virtud del santo deseo de sus almas y ese deseo valdrá en virtud de tu caridad. Oh, miserable alma mía, que no abrazas la luz sino las tinieblas! Levántate de ellas, despiértate a ti misma; abre los ojos del entendimiento y mira el abismo en el abismo de la caridad divina, porque si no miras, no puedes amar. Cuanto veas, tanto amarás, y cuanto ames, tanto seguirás su voluntad y te vestirás de ella.”

Habrá que seguir batallando entonces, sin prisa y sin pausa, pero custodiando ese tesoro que se nos ha confiado: la profunda paz que jamás puede darnos ni comprender el mundo.

Mª Virginia Olivera de Gristelli. Extraído del blog Caritas in Veritate.