Vida inspirada e inspiradora ...

Más allá de las palabras, en el silencio, nos encontramos con Aquél que nos hizo por amor.
En Él nos reencontramos a nosotros mismos y a todos los que amamos.

jueves, 4 de diciembre de 2014

"Ten piedad de nosotros, Hijo de David"



“La Palabra era la luz verdadera, que con su venida al mundo ilumina a todo hombre.” (Jn 1,9)

El día que hizo el Señor (cf Sal 118,24) penetra todo, contiene todo, abarca a la vez cielo y tierra y abismos. Cristo, la luz verdadera no se detiene ante los muros ni se quebranta por los elementos, ni se oscurece ante las tinieblas. La luz de Cristo es día sin ocaso, día sin fin; por todas partes resplandece, por todas partes penetra, en todas partes permanece. Cristo es el día, según el apóstol: “La noche está muy avanzada y el día se acerca.” (Rm 13,12) La noche está avanzada, dice, precede el día. Comprended aquí que desde que la luz de Cristo aparece, las tinieblas del diablo se dispersan y la noche del pecado se desvanece; el esplendor eterno echa fuera las sombras pasadas y cesa el progreso maléfico del mal.

La Escritura afirma que la luz de Cristo ilumina el cielo, la tierra y los abismos. Brilla sobre la tierra: “El es la luz verdadera que ilumina a todo hombre.” (Jn 1,9) Brilla en los abismos: “A los que habitan en tierra de sombras una luz les ha brillado.” (cf Is 9,1) Y en los cielos, permanece la luz de este día, como lo dice David: “Su linaje será eterno; su trono como el sol en mi presencia.” (Sal 89,37)

San Máximo de Turín (¿- c.420), obispo de Turin
Homilía sobre el salmo 14; PL 57, 361-364)

No hay comentarios:

Publicar un comentario