"Nuestro mundo tiene necesidad de la belleza para no caer en
la desesperanza. La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los
hombres; es el fruto precioso que resiste a la usura del tiempo, que une a las
generaciones y las hace comunicarse en la admiración. La belleza provoca
admiración, asombro ante ella. Ante la belleza de la sacralidad de la vida y
del ser humano, de las maravillas del universo, la única actitud apropiada es
el asombro. Desde este asombro podrá surgir el entusiasmo para afrontar y
superar los desafíos de la vida. Por eso, en este sentido, la belleza salvará
al mundo (de la Carta de Juan Pablo II a los artistas, 4 de abril de
1999).
Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la
raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra
esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra
bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo".
(de la
Homilía de Benedicto XVI en Barcelona, 7 de noviembre de 2010).
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